COVID-19: Imagino a nuestro planeta desde el Espacio…

Imagino ver a nuestro planeta desde el espacio, y que unas manchas rojas que se van haciendo cada vez más grandes en diferentes partes, representan la expansión de la pandemia.

Desde aquí no se distinguen fronteras, ni ideologías de ningún tipo, y resulta tan poco creíble que, entre tanta riqueza y diversidad, predomine ahí una forma de vivir basada en la acumulación y el desprecio por la vida.

Que las vidas de sus habitantes giren en torno de la premisa de la superioridad de un sexo sobre el otro, y de las diferencias entre seres que desde aquí se ven tan pero tan similares.

Desde afuera se ve como un solo mundo, una sola tierra y un solo mar.

Me asombra cómo nos hemos perdido tanto, cómo hemos olvidado nuestra profunda vinculación con el planeta y sus ciclos, la asusencia de la capacidad de reconocer nuestra hermandad como humanidad.

Yo veo un solo planeta, y me conmueve darme cuenta de que a pesar del narcisismo y la prepotencia que nos caracteriza, nos necesitamos profundamente.

Primero de abril: votemos en defensa de nuestro país

Luego de semanas de posiciones encontradas y fuertes ataques como parte de esta segunda ronda electoral, en los últimos días han estado viniendo algunos recuerdos a mi mente. Por ejemplo, el Mundial de Fútbol de Brasil, cómo ante los triunfos de la Selección nos abrazábamos en plenitud de orgullo patrio y una sensación de identidad y unidad como costarricenses; sin importar quien fuera la otra persona, su religión, clase social o su partido político.

Además, de las veces que nos ha tocado enfrentar emergencias por causa de fenómenos naturales como terremotos, huracanes o tormentas. De cómo nos nace con tal fuerza ese sentimiento de solidaridad que nos hace movilizarnos con tal de ayudar a quienes sufren más afectación, para que no les falte nada, para mantener su dignidad intacta; sin importar su etnia, nacionalidad o sexualidad.

Estas elecciones nos han permitido ver con claridad otras facetas de nuestra idiosincrasia. Esto, sin duda alguna, debe ser tema de análisis permanente y de toma de decisiones para la agenda social de este país, particularmente de la ciudadanía que queremos construir de ahora en adelante. Nuestra sociedad discrimina, niega derechos, impone la voluntad de la mayoría sobre las minorías, acepta cuando le dicen que hay personas y familias de primera y segunda categoría, no entiende de los rudimentos de la convivencia ciudadana en un sistema democrático ni para qué sirve o cómo funciona la Corte Interamericana de Derechos Humanos.  Una gran parte no sabe reconocer cuando enfrentamos un peligro.

Uno de los partidos políticos que puede llegar al poder es de corte neo pentecostal, una postura reconocida por su machismo, su ímpetu autoritario e impositivo, y por ser impulsada en Latinoamérica por grupos muy poderosos económicamente para, mediante el mercadeo de la fe y la teología de la prosperidad, sumar masas de personas a la lógica del capitalismo neo liberal, cuyas políticas económicas empobrecen aún más a quienes menos tienen. Su modus operandi es un atentado contra la dignidad del ser humano. ¿De qué no serán capaces una vez en el poder?

Este partido representa la incursión en nuestra vida política de las transnacionales de la fe. La presencia del neo liberalismo criollo es evidente. Su irrespeto a los derechos humanos y su objetivo de gobernar con base en una interpretación fundamentalista de los textos bíblicos, es un atentado contra nuestro sistema democrático y nuestro Estado de Derecho.

Estamos frente a una amenaza sin precedentes. En estos momentos, debemos anteponer al país y defender lo mejor de nuestra tradición democrática y civilista, los grandes logros históricos que han sido resultado de la lucha y el sacrificio de muchísimas personas. No podemos poner tanto en riesgo; debemos dejar atrás posturas pasionales ante esta coyuntura.

Es fundamental superar revanchismos políticos y posiciones partidarias para enfocarnos a dimensionar los riesgos de un gobierno de un partido de estas características. Sus líderes han sido claros al afirmar que no todas las personas tienen los mismos derechos en este país, que hay personas a las que consideran enfermas por causa de su sexualidad, aunque la ciencia no lo considere así.

Han indicado que transformarán al Instituto Nacional de las Mujeres en el Instituto de la Familia, claro está, para detener el avance de los derechos humanos de las mujeres. El neo pentecostalismo se opone a toda lógica del respeto a los derechos humanos y la dignidad de las personas, al tener como objetivo fortalecer los principios patriarcales y capitalistas que interesan a poder económico. Además del costo económico, es vital que dimensionemos el costo social que intenciones como esta pueden tener para cada una de las personas que habitamos este país. Hay gente que no cae en cuenta de cómo esto le puede afectar directamente, o bien a sus seres queridos.  Recordemos que recientemente,  en una sola semana murieron tres mujeres por causa de la violencia machista.

Debemos asumir nuestra responsabilidad como ciudadanía, leer e informarnos sobre lo que los gobiernos neo pentecostales han hecho en otros países de Latinoamérica.  Pensemos en términos de unión y hermandad, asumamos el compromiso de luchar para que este país siga siendo ejemplo a nivel internacional por su tradición y su vocación democrática.

Hoy nuestro país nos necesita a cada quien por igual.  Que sea una vez más el amor al prójimo, la sensación de sabernos una gran familia, la unión, el orgullo patrio y la solidaridad que nos heredaron nuestros antepasados lo que nos lleve a tomar la mejor decisión este primero de abril.

 

 

 

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Violencia religiosa

El día de ayer se realizó la “marcha por la vida y la familia”, organizada por la Iglesia Católica costarricense. ¿Qué implicaciones y consecuencias tienen este tipo de eventos? Cuando se marcha para promover un único tipo de familia, se está dejando por fuera a las demás, se cuestiona su legitimidad y con esto su derecho a existir.  Cuando se marcha para reforzar la idea de que la pareja heterosexual es la base natural de la familia, se está promoviendo que las personas con otras orientaciones sexuales y diferentes identidades y expresiones de género sean percibidas como anormales o incapaces de conformar sus propios grupos familiares.

Las marchas que invisibilizan los objetivos y los importantísimos avances en los derechos humanos de las mujeres al reducirlos al tema del aborto, así como los objetivos de la lucha por los derechos humanos de las personas gais, lesbianas, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI), refuerzan los mecanismos de discriminación  la violencia de las que han sido víctimas durante siglos.

Si se marcha contra el derecho de la niñez y la adolescencia de contar con una educación científica y fundamentada en el enfoque de derechos humanos, pregonando  información falsa o distorsionada, se ponen obstáculos para que se lleguen a superar los diferentes mitos,  estereotipos y el desconocimiento sobre la sexualidad que provocan embarazos en niñas y adolescentes, relaciones impropias, relaciones desiguales en términos de poder que se traducen en diferentes expresiones de discriminación y violencia.

La estrategia de la Iglesia es muy sencilla; se utilizan los múltiples estereotipos que abundan en el imaginario social y se satanizan al vincularlos con supuestos peligros que no cuentan con un fundamento real: una amenaza directa contra la familia “natural”; el aborto generalizado; personas que un día son hombres y otro mujeres; el adoctrinamiento para promover la homosexualidad y el lesbianismo; ideas que no se sustentan racional ni científicamente, pero que buscan provocar miedo y enojo en la ciudadanía con la finalidad de manipularla.

El dogma católico es a todas luces patriarcal, y la violencia machista está en la base de múltiples formas de violencia hacia las mujeres y las personas LGBTI. No se exagera cuando se afirma que pueden provocar la muerte.  En Costa Rica, en lo que va del año, han muerto 25 mujeres a manos de sus compañeros sentimentales; y también existen los crímenes de odio, los asesinatos de las personas LGBTI por causa de su orientación sexual e identidad de género.  Esto es tan real como la misma marcha de ayer, y por eso es que se utiliza el término violencia religiosa para hacer referencia a todas aquellas acciones u omisiones por parte de estas instituciones que atenten contra la dignidad del ser humano, sus derechos humanos y su vida.

No dudo que muchísimas personas participaron ayer de esta actividad con una buena intención; sin embargo, es importante reflexionar sobre el peso moral que puede tener una institución como esta sobre nuestras conciencias, dado su impresionante historial de violencia muy bien documentado desde sus inicios y hasta nuestros días.

Para quienes cuentan con una vocación o búsqueda espiritual, existen otros enfoques teológicos que abrazan la diversidad humana, cuya lectura no fundamentalista de los textos bíblicos no es discordante ni contradictoria con el enfoque del respeto a la dignidad y a los derechos humanos de todas las personas; ni con las enseñanzas de Jesús.

Es importante reflexionar y trabajar sobre nuestro potencial como sociedad para dar el salto de conciencia necesario que nos permita construir entre todas las personas una sociedad  igualitaria, pacífica y justa; y para ello debemos hacer prevalecer la información adecuada sobre los prejuicios, una mente lúcida y crítica ante el temor infundado, el amor sobre el odio.

 

 

Publicado en ELMUNDO.CR

https://www.elmundo.cr/violencia-religiosa/

Las marchas por «la vida y la familia» y el crimen de Daniel Zamudio

En 2013, participé en la V Convención Internacional de la Asociación de Familias por la Diversidad Sexual, en Lima, Perú.http://familiasporladiversidad.org/convencion…/v-convencion/

En una de las actividades, madres y padres de personas gais, dieron su testimonio sobre el asesinato de sus hijos. Yo, que tenía experiencia de trabajo psicoterapéutico con personas lesbianas, bisexuales, gais, transgénero e intersexuales (LGBTI), creía que seguramente ya lo había escuchado todo. Pero no era así. Puedo evocar con claridad la imagen de una madre hablando de cómo a su hijo lo encontraron divido en partes en un refrigerador; y de Iván Zamudio, el padre de Daniel, decir que durante la confesión de los asesinos de su hijo en Chile, describieron cómo sonaban sus huesos cuando lo lanzaban con la mayor fuerza posible una y otra vez contra el pavimento. https://es.wikipedia.org/wiki/Daniel_Zamudio

¿El móvil de estos crímenes? El desprecio y el odio aprendido hacia las personas LGBTI. Por un momento, sentí que no iba a ser capaz de seguir escuchando, y empecé a buscar con urgencia la forma más rápida de salir de ese lugar.

Ya sabía porque lo había estudiado, pero más aún porque lo había escuchado de sus propios labios, que las personas LGBTI son víctimas cotidianamente de múltiples formas de discriminación y violencia; pero la experiencia en Perú me permitió dimensionar lo que el odio es capaz de hacer.

Este domingo 3 de diciembre, la Iglesia Católica realizará una marcha en pro de “la vida y la familia”, que reforzará estereotipos (ideas falsas y generalizadas) sobre las personas LGBTI, con el potencial efecto dañino que esto conlleva.

Podría en este punto, hacer énfasis en que existen diversos y muy bien fundamentados enfoques teológicos que no consideran anormales o pecaminosas a las personas LGBTI, o a que la Organización Mundial de la Salud eliminó, desde 1990, a la homosexualidad del listado de “trastornos de la sexualidad”.

Pero me parece más importante invitar a reflexionar a quienes participarán de la marcha, si lo harán a pesar de que estarán promoviendo los mismos estereotipos que provocaron la muerte de Daniel Zamudio; el mismo odio que podría atentar contra la dignidad o la vida, sin ni siquiera sospecharlo, de sus seres más queridos.