Despertar del «patriarcapitalismo»

No se puede despertar de la pesadilla patriarcal sin hacerlo al mismo tiempo de la pesadilla capitalista, del «patriarcapitalismo.»

En estos días, ha quedado de nuevo en evidencia que este sistema, que ha subsistido a costas de la destrucción de la biosfera y la explotación inmisericorde del ser humano, está llegando a sus límites.

El distanciamiento social producto de la pandemia, favorece que muchas personas podamos reflexionar sobre otras posibilidades de actuar económicamente. (Al mismo tiempo que muchísimas otras están poniendo toda su atención en qué van a comer mañana ellas y sus familias).

Hablo de actuar económicamente porque esto, más que del afán enfermizo y compulsivo de lucro del gran capital, depende en última instancia de nuestros hábitos de consumo.

Por ejemplo, de reflexionar sobre principios como la propiedad compartida, las redes de cooperación solidarias, la economía local y regional, el comercio justo, el compromiso social para la igualdad y la sostenibilidad.

Reconsiderando conceptos como financiación, producción, comercialización y consumo, visto como un medio y no como un fin.Y con base en esto, cómo construir formas de vivir alejadas del estrés y el sinsentido propios de la búsqueda del poder y el estatus económico.

En las que haya tiempo para reencontramos a profundidad con nosotr@a mism@s y con nuestro entorno total, y desde allí empezar a construir una sociedad en la que la ilusión de vivir de forma digna y plena deje de ser una utopía.

Y después de la pandemia, ¿qué?

Esperanza

En estos días de pandemia, en redes sociales abundan los llamados a la reflexión, a reconsiderar lo que es importante, a conectar con la propia interioridad.  Sin embargo, las cosas no van a cambiar porque sí, de forma espontánea. Es muy difícil que algo vaya a cambiar sustancialmente.

Como colectivo no tenemos la capacidad de reconocer y comprender el entramado de factores que producen la realidad social, la cual percibimos simplemente como natural. Defendemos los discursos y valores que nos oprimen, y esto se expresa en el enorme malestar social y la violencia que padecemos cotidianamente.

Nos resignamos a vivir esa realidad y nos acostumbramos a la frustración y al sin sentido. ¿Hay alguna posibilidad de salir de este estado obnubilado de consciencia? ¿De desarrollar las múltiples capacidades que tenemos y de dignificar la existencia?

 El filósofo francés Edgar Morin acuñó el término “pensamiento complejo”, que consiste en la capacidad de relacionar diferentes dimensiones de la realidad.  Se trata de una forma de pensar integradora y multidimensional. Sus ideas se han considerado en el ámbito de la Educación.

Sin embargo, podemos ir más allá. Uno de los principios de la Filosofía Perenne, término utilizado para hacer referencia a los grandes principios que subyacen a las corrientes místicas de la Filosofía, desde sus orígenes en la noche de los tiempos, es que todos los seres humanos tenemos la capacidad, aunque limitada por la misma sociedad, de entrar en contacto con dimensiones más profundas de la realidad, lo que implica un significativo y trascendental salto de consciencia.

La Psicología Transpersonal, que igualmente parte de la existencia de dimensiones no físicas, sutiles, trascendentales o bien espirituales en el ser humano, ha estudiado el hecho de que entrar en contacto con estas dimensiones, conlleva a desarrollar una consciencia de unidad con todo lo que existe, intuitiva, integradora y no dicotómica con respecto a la percepción de la realidad. Un incremento de la compasión y la empatía y un profundo respeto por toda forma y expresión de vida.

Por eso es común que estas personas cambien su manera de conducirse ante sí mismas y ante su entorno total, asumiendo estilos de vida compatibles con la sostenibilidad y la dignificación de la vida en el planeta, encarnando formas creativas para desarticular el orden predominante.

En estos días de aislamiento social, de pausa forzada, tenemos una gran oportunidad para considerar a fondo temas como este, investigar, profundizar y buscar lugares donde aprender a establecer ese contacto con nuestra interioridad, de lo que podría germinar la posibilidad de construir y  habitar un mundo mucho mejor.

El Cardenal Law y la moral de la Iglesia Católica

En días pasados murió Bernard Law, cardenal de la Iglesia Católica, arzobispo emérito de la Arquidiócesis de Boston, Massachusetts, Estados Unidos, y miembro de la curia romana.  Fue tristemente famoso por ser acusado de encubrir cientos de abusos sexuales y violaciones cometidos por sacerdotes contra menores de edad, entre 1984 y 2002.  En lugar de llevar a los sacerdotes pederastas a la justicia, los trasladó a otras parroquias, lo que les dejó abierta la posibilidad de seguir cometiendo estos delitos.  El escándalo lo hizo renunciar a su cargo.

A pesar de esto, Juan Pablo II lo nombró en mayo de 2004 arcipreste de la Basílica Santa María La Mayor, una de las cuatro basílicas más emblemáticas de Roma. Además, conservó su importantísimo puesto en el Colegio Cardenalicio y en la Congregación para los Obispos. En abril de 2005, celebró una misa en la Basílica de San Pedro.

Law también participó en el cónclave de abril de ese mismo año, en el que se eligió a Joseph Ratzinger como el papa Benedicto XVI. Ratzinger había tenido a cargo la Congregación para la Doctrina de la Fe, sucesora de la Sagrada Congregación de la Romana y Universal Inquisición. La amistad entre Law y Ratzinger es reconocida en el medio eclesiástico internacional.

¿Debería resultar sorprendente el accionar de las cúpulas del Vaticano ante los delitos cometidos por el Cardenal Law en contra de las niñas y los niños de la iglesia? Por supuesto que no. Se trata de una más de las atrocidades que esta institución ha cometido a lo largo de su historia, y que están muy bien documentadas.

Pero lo que sí resulta no solo sorprendente, sino que también sumamente preocupante, es la actitud que asume la inmensa mayoría de la comunidad católica ante este proceder, caracterizada por el silencio y la incapacidad de confrontar a esta institución y exigirle que sea consecuente con los preceptos que pregona.

El caso del Cardinal Bernard Law, evidencia la dañina efectividad de los mecanismos de colonización de nuestras consciencias utilizados por la Iglesia Católica, que al someternos a su autoritarismo moral, nos convierte al mismo tiempo en sus cómplices.  Esto se observa cuando ante situaciones como esta volvemos la mirada hacia otro lado, o bien hacemos una defensa férrea de la iglesia ante las críticas y cuestionamientos que se le hacen.

Según diferentes medios de comunicación internacionales, en el funeral de Law, el decano del Colegio Cardenalicio, Angelo Sodano, no se refirió al escándalo en el que éste se vio envuelto y más bien afirmó que dedicó toda su vida a la Iglesia, y que «a veces a alguno de nosotros puede faltar a su misión».  Por su parte el papa Francisco, en su intervención realizó una oración en la que se pide que el fallecido reciba un «juicio misericordioso».

Esto ha generado malestar y una serie de críticas, entre las que se ha cuestionado por qué el papa, que se ha caracterizado por romper en ocasiones el protocolo de determinados rituales de la iglesia, esta vez no lo hizo, teniendo una justificación moral de tales dimensiones para hacerlo.

¿Qué importancia tiene para la cúpula romana el sufrimiento de cientos de niños y niñas ante la traición que durante 18 años vivieron a manos de quienes percibían como seres muy cercanos a Dios, de quienes esperaban guía y protección amorosa? El Vaticano ha evadido las críticas afirmando que se trató de un funeral y no de un juicio de la vida de Law, lo que parece indicar la poca necesidad que sienten sus líderes por dar las explicaciones del caso a pesar de sus nefastos antecedentes. Después de todo, saben muy bien que la inmensa mayoría no se las pedirá.

No se pretende con estas líneas hacer un llamado para oponerse a la Iglesia Católica como un todo, a la religiosidad o, más aún, a la búsqueda de la espiritualidad. No se pueden perder de vista las múltiples historias y testimonios de mujeres y hombres que a lo largo del tiempo han encarnado la misión original del cristianismo.  Tampoco se trata de incitar al odio, pues sería incurrir en la misma estrategia que ha utilizado esta institución para el logro de sus objetivos.

Para pensar en una sociedad racional, lúcida y capaz de exigir justicia ante cualquier afrenta a la dignidad humana, debemos ser capaces de liberarnos de ese temor paralizante generado por el autoritarismo moral proveniente de los fundamentalismos religiosos. Debemos redimirnos de este pesado y dañino lastre que habita nuestras consciencias.

 

Publicado en ELMUNDO.CR

https://www.elmundo.cr/cardenal-law-la-moral-la-iglesia-catolica/

 

Libertad religiosa y convivencia social

El 10 de diciembre se conmemora internacionalmente el Día de los Derechos Humanos. Uno de estos derechos fundamentales es el de la libertad religiosa o libertad de culto, entendido como el derecho de cada ser humano a elegir de forma libre y consciente su religión, o bien, a no profesar ninguna.

El fundamentalismo religioso atenta contra este derecho, pues parte de que su dogma, sus principios y valores responden a “la verdad”. Con base en esto justifica su insistencia de imponerlos a toda la sociedad, incluso de que el Estado adecúe su accionar a sus preceptos.

Esta lógica autoritaria, es opuesta a uno de los principios básicos para la sana convivencia social: no hacer al prójimo lo que no nos gustaría que nos hicieran,  o en otras palabras, no imponer al resto una religión bajo la idea de que es la única y verdadera, si no me gustaría que me impusieran otra por esa misma razón. Puede sonar contradictorio o absurdo pero así funciona; el proceder de los fundamentalismos religiosos no tiene que ver con el sentido común, el respeto al prójimo ni con la más elemental empatía.

Este ímpetu impositivo adquiere características muy peligrosas, porque puede incitar a la violencia, cuando grupos como “Despierta Costa Rica”, marchan hacia Casa Presidencial para exigir que el Ministerio de Educación Pública retire los Programas de Educación para la Sexualidad y Afectividad Integral y la renuncia de la Ministra de Educación, bajo la amenaza de que si no se cumplen sus demandas, movilizarán a madres y padres para que el próximo 8 de febrero no envíen a sus hijas e hijos a escuelas y colegios. En términos muy costarricenses, eso es “actuar a la brava”, imponer a la fuerza.  Recordemos que tanto nuestra Constitución Política (artículo 78) como la Ley N° 2160, “Ley Fundamental de Educación”, establecen tanto el derecho a la educación como la obligación del Estado de ofrecerla.

Esta postura atenta contra el derecho de todas aquellas personas que, con base en su libertad de culto, están de acuerdo con que sus hijos e hijas reciban este tipo de educación.

Otra característica de los fundamentalismos religiosos de la que no se habla, y de la que quizá no se tiene mayor consciencia, es que no solo puede atentar contra los derechos y la dignidad de a quienes se pretende someter, sino que también de quien somete. El mismo dogma patriarcal y autoritario que excluye, discrimina y condena, es de esperar que en determinado momento se torne en contra de quien lo profesa. Cuando se asume una posición que atenta contra la libertad de otros seres humanos, tarde o temprano se  termina atentando contra la propia libertad. “Porque con el juicio con que ustedes juzguen, serán juzgados; y con la medida con que midan, se les medirá.” (Mateo 7:2).

Por causa de lo anterior me parece muy válido, en estas épocas de arrebatos fundamentalistas,  el necesario ejercicio de la libertad religiosa.  Esto podría implicar, para quienes lo deseen, como un acto consciente y voluntario, dirigir la mirada hacia enfoques religiosos consistentes con la búsqueda del respeto a la dignidad y a los derechos humanos de todas las personas, o bien, hacia enfoques no religiosos con estos mismos objetivos.

Del ejercicio de este derecho se desprende la oportunidad de renovarse y crecer, de comprender con claridad los orígenes de las desigualdades, el malestar y la violencia social, y de asumir de forma libre y comprometida la responsabilidad de construir una sociedad capaz de convivir en términos de paz e igualdad.  Algo que sin duda agradecerán las futuras generaciones de este país.

 

Publicado en ELMUNDO.CR

https://www.elmundo.cr/libertad-religiosa-convivencia-social/