Días atrás una mujer joven me preguntó si en realidad existe la pareja ideal, y qué se debe hacer para encontrarla. Para contestar a esta pregunta, es importante empezar por definir qué es lo que se busca en una pareja. En términos psicológicos, lo sano es concebir a la pareja como aquella persona con la que vamos a compartir diferentes aspectos de nuestra vida en términos de solidaridad, respeto, confianza, amor e intimidad. En una relación sana, los miembros se convierten en acompañantes durante el tiempo que esta dure; compenetrándose, pero sin perder los debidos márgenes de libertad e individualidad.
Sin embargo, también hay otras razones por las que se busca una relación, como tener a alguien que nos brinde la seguridad, el afecto, el apoyo y la aprobación que no sabemos darnos a nosotros(as) mismos(as). Es a partir de esta situación que se empieza a idealizar a la pareja, la cual deberá ajustarse a la serie de expectativas que la persona posea. En ocasiones, las exigencias pueden ser tan altas que ninguna persona pareciera cumplir con ese perfil que se busca, lo que hace que se pierdan oportunidades de conocer a personas sumamente valiosas. Por otra parte, cuando alguien ha esperado durante mucho tiempo, tiende a generar una serie de pensamientos distorsionados al respecto, como “nunca voy a encontrar a alguien que cumpla mis expectativas,” “siempre que alguien me interesa no me da la oportunidad de conocerle” o “siempre hago algo mal porque alejo a las personas que me atraen.” Estos pensamientos se acompañan de emociones como inseguridad, ansiedad y temor al rechazo, las que probablemente harán que la persona fracase en un nuevo intento por conocer a alguien; reforzando así la “veracidad” de los mismos y creándose un círculo vicioso.
La pareja ideal en realidad no existe, ya que nadie es perfecto o puede adecuarse totalmente a los anhelos de otra persona. Lo que sí es posible es construir una relación sana y productiva. Para lograr esto, el primer paso que hay que dar es fortalecer las habilidades para procurarnos seguridad, afecto y confianza, y tratar de no idealizar. Muchas veces, cuando se deja de buscar –y aunque parezca contradictorio- se está más abierto y dispuesto a conocer a quien podría convertirse en nuestra pareja.