Desde hace varios años se viene hablando sobre los llamados “niños índigo”. Quienes han escrito acerca de ellos, afirman que han llegado para colaborar con la transformación social y espiritual de todo el planeta; más allá de las fronteras y las clases sociales. El índigo es el color del aura de estos niños, y está asociado a la energía de ruptura de lo establecido para crear así lo nuevo. Entre sus rasgos característicos se encuentran que poseen una gran sensibilidad, energía en exceso, se rebelan ante la injusticia, se distraen con facilidad, por lo general preguntan el por qué de las cosas, necesitan adultos emocionalmente estables cerca de ellos y se resisten a la autoridad impuesta.
En el ámbito educativo, prefieren formas de aprendizaje no convencionales, sobre todo aquellas que se basan en el pensamiento creativo y en la exploración, y su necesidad de innovar y buscar formas alternativas de hacer las cosas los hace parecer en ocasiones rebeldes. Por su parte, algunos autores han identificado cuatro tipos de “niños índigo”.
El índigo humanista
que presenta una gran sensibilidad social, gran capacidad para comunicarse y vocación de servicio.
El índigo conceptual
cuyas aptitudes y preferencias se orientan hacia asuntos de índole intelectual, científico y tecnológico.
El índigo artista
que presenta una gran sensibilidad al arte y una creatividad impresionante, sin importar a qué profesión u oficio se llegue a dedicar.
El índigo interdimensional
quien gracias a sus preocupaciones filosóficas y existenciales, aporta a la comprensión de nuevas formas de espiritualidad.
Según se dice, más del 90 por ciento de los niños y niñas de hoy son “índigo”, sin embargo, solo entre un 15 y un 20 por ciento desarrollará su potencial. Dado lo anterior, bien vale la pena, como padres y madres, identificar las características más distintivas de nuestros hijos e hijas e impulsar su desarrollo a cabalidad.