La pornografía es uno de los principales medios a través de los cuales los hombres aprendemos sobre sexualidad. ¿Sabía usted que esto puede atentar contra la posibilidad de obtener el máximo disfrute?
Vivimos en una cultura plagada de mitos y tabúes sobre la sexualidad, lo que la hace un tema difícil, delicado y no en pocas ocasiones prohibido. Las personas que deberían guiar en esta materia a niños(as) y jóvenes de forma abierta y clara para su sano desarrollo son, no obstante, las que prefieren muchas veces guardar silencio o hablar lo menos posible al respecto. De tal forma, la familia, la escuela y el colegio, escenarios obligados para hablar, reflexionar y aprender sobre sexualidad, se convierten en cómplices de la cultura de la prohibición y la vergüenza. Es por esto que los hombres aprendemos de sexualidad en la calle, en reuniones de amigos, escuchando historias y claro; viendo pornografía. La pornografía es una especie de manual que nos muestra, de forma predecible y estereotipada el a,b,c del sexo, sin percatarnos de que contiene una serie de mitos y distorsiones que pueden incidir negativamente sobre nuestra conducta sexual,y sobre nuestra capacidad para disfrutarlo plenamente.
El sexo centrado en el coito
Una de las principales distorsiones que promueve la pornografía radica en la desmedida importancia del coito, es decir, del acto sexual consistente en la introducción del pene en la vagina. Esto tiene varias implicaciones. Por un lado, centraliza el placer sobre éste, cuando en realidad el cuerpo cuenta con múltiples zonas erógenas. De hecho, la piel, en su totalidad, es una zona erógena. El placer limitado al pene hace que se desestime el contacto total entre los cuerpos, el recorrerse mutuamente, lo que nos inhibe de disfrutar de diversas y muy intensas sensaciones. Por el otro, hace que los mitos acerca de su tamaño adquieran una mayor importancia. Uno de éstos dice que mientras más grande sea el mismo mayor es el placer que obtiene la pareja sexual. Esto, por un lado no es necesariamente cierto puesto que, en el caso de las mujeres, no todas responden igual a la penetración, y por otro, encierra otra gran mentira sumamente generalizada sobre el cuerpo y la sexualidad femenina: que el centro o fuente primordial de su placer sexual está ubicado en la vagina, cuando en realidad se trata del clítoris. Sin duda, esta es una de las razones por las que los hombres experimentemos inseguridades con respecto al tamaño del pene, o tanta frustración porque no logramos provocarle a nuestra pareja la cantidad y la intensidad de los orgasmos que “sí tienen” las actrices pornográficas. Si hay una lección verdadera que nos deja la pornografía es la de la profunda ignorancia que los hombres ostentamos con respecto al cuerpo de la mujer, y de sus necesidades emocionales a la hora de hacer el amor.
El sexo desprovisto de emociones
Algo que puede hacer del sexo un acto sublime, es cuando se convierte en un medio para tener un encuentro íntimo con otra persona. Tener intimidad significa ir más allá de la mutua desnudez; implica un encuentro de dos seres al descubrirse mutuamente a través del lenguaje corporal, estableciendo un diálogo intenso de emociones imposibles de expresar a través de las palabras. Por desgracia, como consecuencia de la forma en que los hombres construimos nuestra identidad masculina y nuestra sexualidad, la emotividad tiende a ser excluida o dejada de lado durante la relación sexual, puesto que hemos aprendido que tanto ésta como la sensibilidad son rasgos propiamente femeninos. En la pornografía es más que evidente el deseo sexual, pero no así otro tipo de emociones, como podrían ser la ternura, la empatía, el cariño y la sana preocupación por que la otra persona esté disfrutando de ese encuentro más allá del placer. ¿De cuánto disfrute emocional nos estaremos privando los hombres por pensar que, en tanto “hombres”, nuestra necesidad primordial es la de obtener placer? En realidad, hemos aprendido a reprimir nuestra capacidad innata y nuestro derecho a experimentar una sexualidad más emotiva y satisfactoria. Mucho se ha hablado sobre la importancia de la inteligencia emocional dado su impacto positivo en las relaciones humanas y en el trabajo. Ya que el sexo nos importa tanto, ¿no le parece que es hora de que los hombres nos volvamos más inteligentes en este ámbito de nuestras vidas?
Placer versus satisfacción
De la mano con lo anterior se halla otro mito en torno a la sexualidad masculina: que su objetivo primario es la obtención del placer, es decir eyacular. Esta idea se deriva de las concepciones biologistas sobre la conducta sexual humana, según las cuales el hombre está dotado de un mayor deseo sexual, lo que a su vez responde a un impulso instintivo cuyo objetivo es la preservación de la especie. Este mito se ve claramente manifiesto en la pornografía cuando el acto sexual llega a su fin luego de la eyaculación masculina, la que además siempre tiene lugar de manera visible. En relación con esto, no es de extrañar las quejas de muchísimas mujeres de que sus compañeros creen que tener sexo consiste tan solo en penetrar y eyacular. De hecho, algunas afirman que éstos incluso intentar hacerlo sin siquiera tomar en cuenta que estén debidamente lubricadas. El hombre es también un ser dotado de la capacidad de ir más allá del placer para entrar en la dimensión de la satisfacción, e incluso, la trascendencia mediante un encuentro sexual. Los alcances de hacer el amor entre dos personas pueden ser tales, que incluso la tradición del Tantra Yoga propone que la iluminación puede alcanzarse a través del mismo, ya que en un encuentro genuino, la identidad personal desaparece transitoriamente para fundirse con una mayor. Puede que los hombres actuemos de esta manera no porque sea nuestra naturaleza, sino porque no nos hemos dado la oportunidad de experimentar cosas diferentes. Dejar atrás mitos y aventurarse a vivir plenamente la sexualidad suele generar temores e inseguridades, entre los que sobresale el miedo a perder la virilidad. ¡Nada más lejos de la verdad!: el apropiarnos de la sensibilidad que se nos ha prohibido es algo que más bien nos hará crecer como hombres y como seres humanos.
Mala consejera…
Relatos de algunos hombres que decidieron dejar atrás lo que aprendieron, en parte, a través de la pornografía:
• “Cuando me di cuenta de que mi novia disfrutaba más cuando se masturbaba mientras teníamos relaciones sexuales, se me quitó el peso de sentirme responsable por hacerla alcanzar el orgasmo a través de la penetración.” Jorge, 24 años
• “Cuando estuve casado, con frecuencia experimentaba una especie de vacío luego de tener relaciones, ya que me hacía a un lado y al rato me quedaba dormido. Ahora, con mi actual compañera, hacer el amor empieza bastante antes de eyacular, y termina mucho después.” Gerardo, 36 años
• “Siempre fui muy arrogante porque llegué a creer que sabía mucho sobre el cuerpo de las mujeres y lo que les gustaba. Incluso, me molestaba cuando alguna no reaccionaba como yo esperaba mientras teníamos relaciones. Hace algún tiempo, a una de ellas se le ocurrió darme una lección de sexualidad femenina, y puedo asegurar que luego de eso, tanto las parejas que he tenido como yo mismo hemos disfrutado más cuando hacemos el amor… Roger, 23 años