Imagino ver a nuestro planeta desde el espacio, y que unas manchas rojas que se van haciendo cada vez más grandes en diferentes partes, representan la expansión de la pandemia.
Desde aquí no se distinguen fronteras, ni ideologías de ningún tipo, y resulta tan poco creíble que, entre tanta riqueza y diversidad, predomine ahí una forma de vivir basada en la acumulación y el desprecio por la vida.
Que las vidas de sus habitantes giren en torno de la premisa de la superioridad de un sexo sobre el otro, y de las diferencias entre seres que desde aquí se ven tan pero tan similares.
Desde afuera se ve como un solo mundo, una sola tierra y un solo mar.
Me asombra cómo nos hemos perdido tanto, cómo hemos olvidado nuestra profunda vinculación con el planeta y sus ciclos, la asusencia de la capacidad de reconocer nuestra hermandad como humanidad.
Yo veo un solo planeta, y me conmueve darme cuenta de que a pesar del narcisismo y la prepotencia que nos caracteriza, nos necesitamos profundamente.