Por Dr. Erick Quesada R.
Las terapias de conversión, también conocidas como terapias de reparación o de reorientación tienen su origen en las iglesias fundamentalistas, que promueven una visión pecaminosa y aberrada de la homosexualidad y el lesbianismo.
Su objetivo primordial es hacer que la persona se “convierta” en heterosexual. Hay muchas organizaciones de profesionales en Psicología y Psiquiatría, entre ellas la Asociación Psiquiátrica Americana (APA), que se oponen fuertemente a este tipo de terapéuticas, pues lejos de alcanzar lo que pretenden pueden provocar un daño considerable a quienes se someten a las mismas.
Lo que se ha visto es que estas personas, tarde o temprano, vuelven a entrar en contacto con sus más profundos deseos y necesidades, algo que suele venir acompañado por fuertes sentimientos de angustia, culpa y fracaso, lo que hace que su abordaje psicoterapéutico sea, no en pocas ocasiones, mucho más complicado.
Se conocen casos de personas que, luego de hasta 25 años de matrimonio, han terminado por aceptar ante sí mismos y ante su familia que son gais y que están cansados de la vida que llevan. ¿Tiene algún sentido que la persona luche contra sí misma y renuncie a su derecho a tener una vida digna, en consistencia con quien realmente es?
No se ha reportado un solo caso que demuestre de manera contundente que estas terapias funcionen adecuadamente. Al igual en la edición anterior de Gente 10, propondría la siguiente pregunta para reflexionar: ¿por qué alguien desearía dejar de ser gay?
Publicado en Revista Gente 10